UN DÍA ACABARÉ SIENDO LA NADA
quizás vestía de blanco y era aquel hombre acercándose a la
multitud de un parque de provincia. buscaba, tal vez, entre los ralos árboles una noche de invierno, un sendero que no conducía
a ningún sitio posible. el incoherente paisaje que me advierte de un raro fingimiento, de una utopía, nada tiene que ver con
aquel hacedor buscando el soliloquio, el velamen. en la vorágine de un tiempo, un día acabaré siendo la nada, el despertar
de un hombre junto a lo extraño, quizá fue un signo de mala suerte. según el ángel de la guarda, nada pudiera contra el que
me desconoce entre las caravanas de una ciudad invisible. vestía de blanco, y tenía un nombre memorable
y una casa en las afueras pintada de cal y figuras de yeso. cuando amanecí reconocía en el rostro de Rimbaud un sueño parecido,
un hombre es siempre un sueño parecido, el sueño dentro del sueño, el hombre dentro del hombre. un poema nos sumerge en el
convite, más allá del convite. entonces salgo de la historia, y queda afuera la ciudad irremplazable, el nombre que no tuve,
el amigo que llegó para ocupar el sitio. si me dijeran cuál es mi nombre verdadero, yo fuera entre la multitud de un pueblerino
parque y me sentara como si fuese domingo, como si fuese un desconocido que escribe un poema para concebir el hierático paso
de la noche.
CARTAS DESDE FRANCIA, 1989
en el vaivén de las hojas que ya no serán más del árbol y la primavera, otra cuerpo se
distiende en el desgaste de las cosas (in)tangibles. otros días volverán a la subasta de lo efímero y otra noche
(para ser más exacto) aguardará el éxtasis que tus ojos ocultan. en vilo por los senderos menos transitables leo
(cartas desde Francia, l989) apenas tuve fortuna junto al límite. un animal enjaezado a mi vientre recubría toda
esta tierra flotante de espíritus. ya no podré más detener las palabras, en la evasión de sus golpes dejo silencio. junto
a lo advenedizo o inmaterial llega a su término lo menos lúdico, lo menos aparente. en el vaivén de las hojas la
neutralidad semeja el invierno tardío. ahora que nadie escribe cartas hay demasiado afán despojado de palabras. más
allá del Boulevard Saint-Germaine el polvo ciega la fe (había señalado en el Diario). definitivamente, todo lo memorable
nos pertenece.
|