4 poemas de Mirna Figueredo
ANGEL I.
Un niño asomó con su delgada red y anzuelos de juguete
por las cortinas de limo que separaban inasibles
los fragmentos de luz y las rocas.
En ese lapso todo fue posible
hacer que el tiempo no sucumbiera bajo los dioses y los dictadores
que el beso no tuviera esos ingredientes tan parecidos a la muerte
como las deudas de juego
la vanidad con su toque de fiesta
la mediación entre los poros y el poder.
Fue posible pasar por terreno de nadie
sin cuerda floja, sin dientes de león
imitar a las esporas libertinas
la simplicidad de su estar en el mundo
para que la vida gire inagotable.
un niño solo, desnudo
con su magia de creer en los milagros.
ANGEL II.
En la tierra de todos
esperaban oxidadas las armas
sumidas en reflejos de tiempos dorados
rumiando sus trofeos con hilos escarlata.
Ah, esas terribles armas
que cortan la fruta aun sin visitar
por los jugos vitales.
Esas armas con dedos y ojos
que se escurren por los pasillos del alba
y a la luz del sol parecen transparentes
¡No las toques! dijo el ángel
y puso entre las manos del niño un ánfora de miel
un incensario
u otro signo que convoque la duda.
En terreno de todos es preciso un talismán, una balanza
que disponga el clímax y la pausa
porque se quiebran los espejos
porque la luz tiene un precio de este lado.
ANGEL III.
El niño cierra los ojos
la puerta que ahora atraviesa está hecha de cadáveres
hay manos que piden y otras que se crispan
ojos que perdieron el brillo de las lágrimas
peces congelados
su frialdad lacera y enmudece.
Hay un vientre preñado de risas detenido en el tiempo
en un rictus de alegrías sin color.
El suelo es un rompecabezas
con una pieza extraviada.
El ángel pone en las manos del niño una semilla
y todo resucita en otro rostro
en otros pies que saben del lodo y de las piedras
de caminos que llevan a una fuente de aguas temperadas
a un lejano verdor.
ANGEL IV.
No regales tu bitácora
no dejes a la deriva ese barco de papel
no es una imagen que se aleja entre círculos de luz
una estrella condenada a diluirse.
No vamos al polvo sino a la vida
salgamos sin máscaras al carnaval
que la música ahogue el bisbiseo de los fantasmas
¿Será que hay una puerta de viento
por donde echar a volar un papalote?
Si no existe esa puerta están las alas
está la inevitable colisión de la savia y el sol
está lo que nos hace eternos e inmutables.